Figura. La Naturaleza desnudándose ante la Ciencia, Louis-Ernest Barrias (1899) |
El siguiente texto corresponde a un fragmento de una serie de ensayos que he estado construyendo desde hace un par de años respecto a la Filosofía de la Ciencia y la ingeniería. En lo estricto, ya que estos no han sido revisados por pares carecen del rigor que caracterizan a obras que dan mayor alcance y profundidad al tema. No obstante, he decidido hacerlos públicos en éste espacio ya bien sea como una recopilación de lo que se encuentra en obras de tal talla, a saber como apuntes de las mismas, o como una síntesis de los conceptos que a mi parecer son importantes. Con esto, sí así conviene al interesado, se sugieren revisar las fuentes que son citadas al final de las entradas, las cuales han servido para dar cuerpo a lo que en ésta entrada se expone.
Parte 2. ¿Cómo se construye el conocimiento en la ciencia?
Una pregunta muy importante para todo individuo que se precie de llevar a cabo ciencia es «¿cómo se crea el conocimiento científico?», ya que en ello se contiene toda una inmensa trascendencia dentro del estudio del método y la praxis de la ciencia, sus consecuencias e implicaciones, y el resultado que emana de sus formas. Dicha cuestión se ha discutido a profundidad tanto por autores recientes (p. ej. Feyerabend, vas-ban-Fraassen) como antiguos (p. ej., Aristóteles), en un esfuerzo de esclarecer una línea, o quizás implantar anarquía, sobre cómo el ser humano puede codificar en términos abstractos el entorno que le rodea. Sobre esto, haré uso de una de las respuestas que encontré durante la lectura de una de las obras clásicas de la Filosofía de la Ciencia, y que me ha parecido simple a la vez que elegante, sin necesidad de tocar aristas filosóficas más complejas (como las de la cosmovisión kuhniana):
"Al conocimiento científico [...] se llega más bien [...] a través de la invención de hipótesis, [...] a título de intentos de respuesta a un problema en estudio, y sometiendo luego éstas a la contrastación empírica" .N.B.
— Carl Hempel, Filosofía de la Ciencia Natural (p.36, 1973).
Las hipótesis nos permiten plantear suposiciones y conjeturas sobre un fenómeno de interés que se busca explicar, valiéndose de diversos soportes lógicos para ese propósito (premisas). Así, sólo cuando las hipótesis contienen en ellas los ingredientes lógicos necesarios para alcanzar una formalidad en sus enunciados, consecuentemente se puede llevar a cabo la contrastación de toda presunción que entrañan. Sí culminan en el éxito de predecir y explicar lo que se presupone de un fenómeno, adquieren el estatus suficiente para el desarrollo ulterior de estructuras lógicas llamadas teorías. En caso contrario, son rechazadas, reestructuradas, o reemplazadas (véase "La Estructura de las Revoluciones Científicas" de Kuhn, 2013). Sin embargo, toda hipótesis es provisional y temporal, a la vez que espera ser contrastada por datos que no se encuentran entre los límites del dominio de predicción o explicación que pudiese ofrecer, o toda vez que aparece una con mayor poder de explicación y predicción que ésta.
Sí bien una teoría se puede entender como un andamio robusto de elementos lógicos que da sustento a la explicación y predicción de un fenómeno, al igual que las hipótesis, éstas no exentan de perecer, pues una hipótesis de mayor potencia inmediatamente puede supeditar toda teoría nacida de una hipótesis previa, lo que por consecuencia caracteriza al conocimiento científico, que es que sus usuarios se decantan por conjuntos de conocimiento que son más precisos y potentes que aquellos que no lo son por igual medida. Aunque esto puede generar un debate acalorado, sobre todo a la luz de las obras de Kuhn, me limito aquí sólo a ofrecer una acepción personal que he construido acerca de las hipótesis.
Bajo estos términos, entonces se puede argumentar, con objetivo reduccionista, que el conocimiento se crea, y al mismo tiempo avanza, a medida que nos planteamos posibles soluciones a los problemas que más nos interesan y conciernen, a su vez que se validan a través de evidencia empírica. Quizás, a riesgo de simplista, esto engloba la creación del conocimiento. Dejo al lector más ávido, sin embargo, que complemente con lo que otros autores, a saber Kuhn, y tal vez Feyerabend, han escrito sobre el tema (ver Chalmers, 2015).
Se notará aquí, además, una ligera muestra de la postura que sostengo respecto a lo que pienso de la ciencia: al ser ingeniero de profesión, y al haber perseguido en mis estudios de posgrado más ésta que a la ingeniería, para luego, finalmente, encontrarme dentro de un programa de doctorado en filosofía en mecánica, lo cierto es que la trayectoria que he seguido me hace susceptible a adoptar posiciones relativas al positivismo lógico y el neo-empirismo en todo intento de analizar y crear tecnología con fines prácticos. Sin embargo, una parte sesgadamente cartesiana emana de igual manera, al tratar de conducir mis estudios por cuanto las estructuras lógicas que he aprendido me lo permiten. Así, el lector comprenderá los esfuerzos que dedico en resumir y hacer sucinto todos aquellos conceptos relevantes en la Filosofía de la Ciencia desde lo que considero sea de forma práctica y reducida (sobre todo los referentes a análisis de segundo orden).
Alejandro
N.B. El lector que hubiere tenido la oportunidad de leer la obra de Hempel caerá en cuenta que se reescribe ésta frase de la fuente original, lo que se hizo bajo el único propósito de reducir el postulado de manera sucinta y continua.
- Hempel, C. H. (1973). Filosofía de la Ciencia Natural. Madrid.: Alianza Editorial.
- Chalmers, A. F. (2015). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Una valoración de la naturaleza y el estatuto de la ciencia y sus métodos. México D.F.: Grupo editorial siglo veintiuno.
- Kuhn, T. S. (2013). La Estructura de las Revoluciones científicas. Ensayo preliminar de Ian Hacking – 4ta. Ed–. México: Fondo de Cultura Económica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario