La primer obra que decidí adquirir del Dr. Pérez Tamayo, —¿Existe el método científico?— (reseñada aquí), fue por dos razones: la inquietud de saber más sobre uno de los grandes filósofos operacionalistas latinoamericanos, Arturo Rosenblueth (mexicano), y, además, por el deseo de conocer qué exactamente piensa y propone un científico de la talla de Pérez-Tamayo sobre la filosofía científica. Quizás no tan evidente es que, iniciado ya en esto hace un par de años, tengo una fuerte inclinación inquisitiva por indagar sobre la ciencia mexicana y sus mayores exponentes. Y lo que me encontré en el primer libro que leí del Dr. Pérez Tamayo ha sido muy valioso para mí, incluso lejos de todo matiz nacional.
La estructura de la ciencia es un libro que recoge y expone las ideas de un científico en activo y «aficionado de la filosofía de la ciencia» (como él mismo se define). Pero decirlo así es estrecho; el libro expone y ordena, cronológicamente, las acepciones del concepto «ciencia» a lo largo de sus capítulos. Esto lo logra el autor al estructurar en cada uno de sus apartados las corrientes filosóficas que han tratado, y tratan, de definir tal concepto, y dentro de los cuales, además, se incluyen comentarios y reflexiones de los mismos. Por esto es por lo que el libro se destaca de otras cronologías, o intentos de ordenamiento de la ciencia y la filosofía, pues el autor expresa su punto de vista sobre muchas de las corrientes filosóficas junto con ardides y excesos de algunas de ellas. Así, el lector cuenta con más que una recopilación, es decir, se tiene en el contenido del libro una experiencia que contrastar, sobre todo sí es que uno cuenta con trayectoria en la lectura de obras de la filosofía científica, y sí además se dedica tiempo a actividades científicas.
La estructura de la ciencia tiene un comienzo y un final que cualquier científico no formalizado en la filosofía de la ciencia realmente podría valorar (como yo lo hice): en el inicio se discute, presenta y apunta la definición de «ciencia», muy necesaria para quienes dedicamos actividades científicas, y que puede servir como brújula en esos momentos opacos y difusos de la profesión. Y el final corresponde con las reflexiones del autor, como científico experimental, sobre lo que él tiene a saber de la ciencia y su método. Pero, como de costumbre, me detengo, para dejar al lector ávido que descubra por sí mismo tales riquezas.
¿Qué descubrí nuevo en esta obra? En el libro claramente se tocan corrientes que he estado estudiando y leyendo en tiempo reciente (p. ej., el positivismo-lógico, o el realismo científico), pero lo cierto es que es gracias a su contenido me enteré de (a) la broma de Sokal, (b) las "guerras de la ciencia", y (c) el relativismo perspectivista de Giere. Sobre (a) creo que es sano leer la historia, lo que hizo Sokal, y las consecuencias de su broma, —saludables para la ciencia, a mi juicio—, que se derivaron de tal evento. De (b) puedo decir que es algo que se palpa incluso en la formación de todos aquellos que estudiamos ciencias, i.e., la famosa categoría entre las ciencias duras y lo que se considera como "blando" entre lo que ésto último siempre emana conflicto entre distintas partes de una sola cosa. Finalmente, sobre Giere (c), puedo decir que recientemente he estudiado y tenido a bien por leer dos artículos que escribe sobre modelos de simulación científica. Y aunque de alguna manera ya conocía lo que dicho autor propone en ese sentido, ignoraba totalmente su postura filosófica respecto de la ciencia.
Recomiendo el libro. No puedo decir más. Lo que he leído del autor me hace pensar que sus obras sirven también para iniciar a los interesados en la filosofía de la ciencia y lo que autores modernos postulan en dicha rama por cuanto a saber de las humanidades. Debo confesar que sí me hubiese topado con estos libros, creo que ya estaría más avanzado, en revisión cronológica, respecto a mis estudios de la filosofía científica.
Hasta aquí la entrada.
Alejandro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario