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«Frontera» es una palabra que se debe a la conjunción de fronte y era. La palabra fronte es una variante anticuada del español para referirse a frente —parte delantera de una cosa, según la RAE—, que a su vez proviene de las palabras latinas frōns y frondis. Por otra parte, la palabra era también proviene del Latín; para ser preciso, del sufijo impuesto por la palabra arĭa, usado para formar sustantivos de lugar y objeto (Ref.) Así, a través de esas raíces, la palabra «frontera» se refiere a los límites o bordes de un terreno o un área. Pero a mí me gusta pensar que el avance sobre el aprendizaje del conocimiento que uno adquiere también tiene sus fronteras, y sus frentes —soy una persona constructivista—. Así, en estos términos, tengo una nueva frontera que se dispone ante mí, y la cual necesito cruzar: hacer estudios formales en filosofía científica. Trataré este punto en el siguiente párrafo.
Siempre me gustó buscar y desentrañar significados a los términos y a las palabras. Hasta hace muy poco es cuando empecé a analizar diversos «frentes» para ese propósito, los cuales son, a saber, el antropológico, el epistemológico, el ontológico y el axiológico. Así, grosso modo, dos de ellos tratan sobre el uso y el valor práctico de un término para nosotros los seres humanos (axiológico y antropológico); el epistemológico busca explicar el conocimiento sobre el cual una palabra o concepto se fundamentan, así como lo que se sigue para llegar a su origen; y el ontológico busca asentar y describir propiedades de un término o un conocimiento. ¿Por qué hacer esto? Porque al investigar un tema, o al llevar a cabo una representación (un modelo), es muy necesario atender a estos metaconocimientos a fin de reportar o bien nuevo conocimiento, o aplicaciones de este con mayor suficiencia de argumentación. No obstante, quien sepa de estos temas de la filosofía reconocería que estas descripciones son a un modo muy reduccionista. Ese es pues el punto que quiero resaltar en éste párrafo: me es necesario, y me interesa, formalizar conocimientos en filosofía para seguir creciendo. Y en el año dos mil veintidós, en medio de tanto trabajo, tuve por fin esa realización. Así, quizás esto es lo que siga para mí en el año dos mil veintitrés.
En otros temas y realizaciones, en el año dos mil veintidós también pude leer dieciocho libros de los diez establecidos como meta en goodreads. Sorprendente, ¿no? Pensé que este año, por haber tenido periodos lectivos, asesorados de posgrado y escritura de dos libros no tendría realmente tiempo para leer tantas obras. Pero no sé cómo lo logré —¿Quizás cuestión de hambre intelectual? —. Sobre esto, habré de ir compartiendo por acá, en futuras entradas, los libros más interesantes que leí este año. No obstante, rescato sólo dos que vale la pena mencionar: "Hacía un nuevo empirismo", de Perdomo-Reyes y Sánchez-Navarro del año 2003 (Editorial Biblioteca Nueva), y "Así se hace un libro", de Enric Jardi (Editorial Arpa). Dos libros muy diferentes, pero que recomiendo a quienes disfrutan de la filosofía, hacen investigación científica, que la escriben y la buscan reportar en formato de libro.
Por otra parte, debo resaltar que este fue «El Año», porque por fin alcancé la meta de obtener el reconocimiento como Investigador Nacional Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACyT). Lo cierto es que fue una meta que perseguía desde hace mucho tiempo, y que conseguí a través de mucho trabajo y esfuerzo, y gracias al apoyo de mi país y de algunos colegas con quienes se hizo investigación. Fue lo mejor. Podría decir que «todo ha valido la pena». Ahora soy formalmente un investigador científico. Sin más.
Este año trabajé muchísimo. Sin embargo, tendré reserva de los detalles. Así que es tiempo de cerrar. Lo que sigue quizás es mejor. Hay que cruzar fronteras, seguir con la escritura, investigar, trabajar más, y quizás tener la capacidad de reconocer y aceptar lo que no espero en 2023…
Avē atque valē,
Alejandro
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